A mediados del siglo XII,
Portugal se independizó del reino de León y un siglo más tarde, con la toma de
Faro, concluyó su etapa de reconquista
Tras la muerte en la batalla de Alcazarquivir en
1578 de Sebastián I de Portugal y de su sucesor, el cardenal Enrique I El Casto
en 1580, se produjo una crisis sucesoria.
Los
aspirantes al trono eran:
- Ranuccio I Farnesio, que tenía 11 años, nieto de
Enrique I, pero su padre Alejandro Farnesio no supo, o no quiso, esgrimir
adecuadamente los derechos de su hijo al trono por no indisponerse con Felipe
II, del que era aliado y vasallo.
- Catalina, duquesa de Braganza, casada con Juan I,
también heredero de Manuel I. Pero su punto débil era su condición femenina y
Portugal aún no había tenido ninguna mujer que fuera reina.
- Antonio I de Portugal, hijo ilegítimo de Luis de
Avis, nieto de Manuel I. Al ser ilegítimo quedaba descartado.
Cuenta el historiador Fernando Bouza, que la
emperatriz Isabel de Portugal, esposa de Carlos I de España y V de Alemania,
cuando estaba embarazada de Felipe, reveló que había soñado que era un
mapamundi lo que se movía en su seno. Veamos pues, como se cumplió este sueño
premonitorio.
Ya a finales
de los años 70 del siglo XVI, se publicaron numerosos textos en los que se
hablaba de la posibilidad de que Felipe II acabara por convertirse en rey de
Portugal. Así tenemos el Tratado del Diálogo Llamado Filipino del
licenciado Lorenzo de San Pedro en el que se incluyen dos imágenes que lo
atestiguan.
Felipe II
supo servirse para apoyar su causa de lo que hoy denominaríamos propaganda. Ordenó
buscar en los archivos históricos los títulos que avalaran su derecho al trono.
Prueba de ello es que Diego de Ayala,
archivero del archivo de Simancas, intentó responder “a la gran furia con la
que el rey pedía copia de capitulaciones con Portugal con la pretensión de
contrarrestar aquellos testimonios que pudiesen presentarse en favor del
derecho de elección popular mediante la aportación de pruebas de que Portugal
se había desgajado ilegítimamente de la herencia de Castilla”.
El proceso negociador con los estamentos
portugueses se hizo sobre la base de una antigua escritura localizada en un
archivo, el de la cámara municipal de Lisboa. Se trataba de los artículos de
Lisboa de 1499 que Manuel I, cuando pensó heredar España, había concedido como
garantía y paso previo al juramento que las Cortes de Lisboa de ese año
prestaron a su hijo el príncipe Miguel, por entonces heredero jurado de Aragón
y de Castilla. Los artículos de 1499 fueron incorporados a las propuestas de
los embajadores del rey católico ante Enrique I y las Cortes de Almerín y más
tarde compondrían la espina dorsal del estatuto de Tomar de 1581: documento de
gracias y mercedes por el que habría de regirse la entrada de Portugal en la
monarquía de los Austrias y documento que se reveló absolutamente necesario
para lograr el reconocimiento de Felipe II.
Felipe II también utilizó la tipografía y
difundió sus alegaciones por toda Europa, especialmente en Castilla y Portugal. Instaló una a imprenta de frontera en Portugal, y
proclamó un perdón general a los portugueses que lo reconocieran como su
legítimo rey, abandonando a Antonio I.
Felipe II de España, descendiente de Manuel I el
Afortunado, tenía la desventaja de ser un rey extranjero, aunque su madre fuera
portuguesa. Ante la oposición de ciertos sectores portugueses, Felipe II
decidió ocupar militarmente el país poniendo al mando de sus tropas al Duque de
Alba.
El Secretario de Estado, cardenal Granvel, no era
partidario de extender los dominios hacia Portugal, ya que entendía que la
única estrategia debía dirigirse contra Francia. En la corte se criticaba la
ocupación de Portugal y el papel del Duque de Alba.
Por otra
parte, el infante don Antonio se había autoproclamado rey en Santarem, pero sus
tropas fueron vencidas en 1580 en la Batalla de Alcántara, siendo Felipe II
reconocido como rey de Portugal en 1581, con el nombre de Felipe I de Portugal
y reconocido oficialmente por las Cortes de Tomar, a cambio de que los
territorios portugueses y sus colonias mantuvieran sus propias Cortes, derechos
y privilegios, sin ser anexionadas a Castilla. Así se produjo una unión
dinástica aeque principaliter entre los distintos reinos hispánicos que
terminaría con la guerra de separación de Portugal en 1640.
La unión
de Portugal permitió que los grandes imperios ultramarinos de las dos potencias
se unieran bajo el mismo rey. Frente al imperio español estaban Francia, el
Imperio otomano, Inglaterra y Flandes.
La incorporación de la corona de Portugal a la
monarquía de Felipe II fue:
1º.- La culminación de la monarquía hispánica que tenía
sus orígenes en la política matrimonial diseñada por los Reyes Católicos.
2º.-
El presupuesto estratégico de una nueva política más agresiva.
3º.-
Un hecho que dotaría de una dimensión universal a la empresa real.
Sin
embargo, Américo Castro en España en su
historia. Cristianos, moros y judíos
habla de que los españoles no amban al rey Felipe, ya que se oponían, entre
otras cuestiones, a su política fiscal. A esto se unió el desastre de la Armada
Invencible.
Por otro lado, en Portugal el clima político tampoco era
favorable a la monarquía hispana. Para contrarrestar esto, el intelectual Juan
Caramuel Lobkowitz publicó en 1639 Felipe el Prudente, en donde pretendía
demostrar la legitimidad de los derechos de Felipe II argumentando que era
heredero directo de los reyes de León, que Portugal se había independizado
ilegalmente al haberse rebelado ilegítimamente Alfonso Enríquez de su señor
Alfonso VII y que las Cortes de Lamego se reunieron contra la legalidad
vigente. En cuanto al reconocimiento papal de la independencia portuguesa en el
siglo XII, Caramuel alega que Alfonso Enríquez fue un rey pontificio pero no
secular, y que no cumplió la obligación de acudir a las cortes de León.
A pesar de estos alegatos, la unión con Portugal terminó
en 1640, cuando se proclama rey al octavo duque de Bragança, Juan IV.
Referencias bibliográficas
Bouzá Álvarez, Fernando. Tesis Portugal en la Monarquía Hispánica, 1580-1640.
Felipe II, las cortes de Tomar y la génesis del Portugal Católico, Madrid,
Editorial Complutense, 2 vols., 1987.
---“De las alteraciones de Beja (1593) a la
revuelta lisboeta Dos Ingleses (1596). Lucha política en el último
Portugal del primer Felipe” Stud,
hist., Hª mod., 17, 1997, pp. 91-120
Castro, Américo en España en su historia. Cristianos, moros y judíos. Barcelona: Crítica, 2001.
Domínguez Ortiz, Antonio: “Un testimonio de protesta social a fines del reinado de Felipe II”; Homenaje a Pedro Sainz Rodríguez. III. Estudios Históricos. Madrid, Fundación Universitaria Española, 1986, pp. 219-22.
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Labrador Arroyo, Félix La Casa Real en Portugal (1580-1621), Madrid: Polifemo, 2009.
AUTOR: SERGIO CARAZO
AUTOR: SERGIO CARAZO
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